Detrás de la polémica por las inversiones y los arreglos necesarios por los derrames cloacales y las pérdidas en la red de agua potable que se observan por doquier en la ciudad -y que se reflejan a diario en los WhatsApp de los lectores-, subyacen intereses políticos. No podría ser de otra manera: en tres meses comienza el cronograma electoral provincial. Bienvenida la hora, aunque tardía, en que la Provincia decidió invertir en la cuestionada SAT para beneficio de los tucumanos. Caben varias interpretaciones sobre las conductas de los principales dirigentes involucrados en el cruce verbal por este delicado tema sanitario. Manzur y Alfaro son los que sacan tajadas de la tensa relación que promueven entre ellos.
Tres rápidos análisis se pueden hacer sobre esta disputa puntual:
1.- Manzur ningunea a Alperovich al pelear con Alfaro, ya que instala indirectamente al intendente capitalino -enemigo acérrimo del senador- como el principal referente de toda la oposición.
2.- El gobernador minimiza al resto de la dirigencia de Cambiemos al elegir disputar sólo con el jefe municipal, buscando provocar una interna o una cuña por celos en la coalición opositora;
3- Al enfrentar a Alfaro por un tema que este instaló con fuerza en 2016 -el deficiente servicio que brinda la SAT-, Manzur baja al territorio local por una cuestión de gran repercusión vecinal y, por lo tanto, de alcance electoral. Ahora, todos los días revisa obras del organismo. Pareciera decir, paralelamente, que está dispuesto a ofrecer lucha en el distrito, donde el combate diario y con el cuchillo entre los dientes lo viene dando sólo Jaldo.
Todas aquellas lecturas son válidas y no se anulan entre sí. Al jefe municipal le queda sólo recoger los beneficios políticos de las jugadas del titular del PE que lo involucran, ya que en sus encontronazos dialécticos Manzur sólo menciona a dos adversarios con nombre y apellido: a Macri y, ahora, a él. Alfaro debe interpretar que el ataque hacia su persona también forma parte de la estrategia manzurista de ningunear a Alperovich como un opositor de fuste. El intendente, políticamente hablando, de parabienes: se mantiene en el centro de la escena.
En ese marco, si bien lo ningunea, se puede entender el desafío que realizó el gobernador el miércoles en el PJ, donde retó a todos los compañeros a animarse a competir en una interna para dirimir las candidaturas. Alperovich, seguro, no pisará el palito, pero no puede desatender que es un convite interesado para avanzar juntos, aunque desde el enfrentamiento. El senador maneja encuestas que lo favorecen y que lo animarían a sacar pecho.
Es clara la conclusión sobre lo último: en el Gobierno provincial temen el daño colateral que le pueda ocasionar al oficialismo la postulación del ex gobernador por fuera de la estructura partidaria, por mínima que sea. Ensayan una última movida, aunque sin mucho convencimiento de éxito. No hay demasiadas opciones para dirimir este conflicto político: se lo invita, se negocia o se rompe del todo, profundizando el proceso de fractura soportando todas consecuencias. El distanciamiento está y hay gestos que dicen que no hay vuelta atrás, por más que se ensayen estos convites para no sacar los pies del plato. El convencimiento de que Alperovich no regresará al redil es tal que se está barajando una nueva lista de “eyecciones” de simpatizantes del senador en el espacio oficialista.
En ese sentido, ya estarían los nombres de los colaboradores alperovichistas -o por lo menos sospechados- que actúan en el Ejecutivo. Sería la ruptura total de lanzas con el claro y definitivo mensaje de que los que están allí, no pueden estar aquí. Es lo que, sin ambages, le transmitió el vicegobernador al intendente de Alderetes esta semana: le dijo a Venegas que no permitirán que se juegue a dos puntas. Aunque hizo un poco más: le anunció que el candidato del oficialismo para 2019 en ese municipio es Aldo Salomón. O sea, lo dejaron afuera; una clara invitación a que se sume a Alperovich si así lo desea, pero con una advertencia por si lo hace: la tranquilidad social de la intendencia depende de recursos que maneja y le envía la Provincia. Otra forma de decir con la nuestra, no; algo usual en política, especialmente cuando se avecinan tiempos electorales donde lo que está en juego es la continuidad en el poder. Eso cuesta.
En ese caso es el tranqueño el que juega las fichas más calientes y lleva adelante un proceso militante de adoctrinamiento entre los peronistas, de convencimiento y alineamiento dirigencial y de verticalización de la conducción pejotista. Es el más activo de la dupla, porque comprende la incidencia del manejo del territorio y de la gestión de la estructura político-institucional-partidaria en una votación.
En este punto hay que detenerse porque un “aparato” aceitado garantiza varios puntos a favor en una elección. Si ese aparato está montado sobre las estructuras del Estado; más todavía. El peronismo sabe usufructuar ese mecanismo cuando está en el poder. Algunos oficialistas han llegado a deslizar que en las cifras finales, la influencia de tal aparato es de un 30% a un 40% en votos. Otros apuntan que un buen manejo de la estructura implica obtener una diferencia de ocho y nueve puntos en el resultado final. En los comicios de 2015, el Frente para la Victoria logró 490.000 adhesiones (51%), contra las 380.000 del Acuerdo para el Bicentenario (40%). Un poco más de 10 puntos. Se entiende así el porqué del proceso de unificación, alineación y verticalismo que ejecuta el vicegobernador.
Pero, vaya un detalle no menor; para aceitar el aparato se necesitan recursos. Y no parece que los vaya a haber en abundancia en 2019, con un país en crisis. Por lo que, propios y extraños, van a tener que agudizar el ingenio para hacer campaña. Por suerte para algunos -se podría decir, o ironizar-, en Tucumán no hay una ley sobre el financiamiento en tiempos electorales, por lo que esa ausencia permite ciertas “flexibilidades” partidarias. Lo que sí hay es un capítulo en la ley 5.454, de Partidos Políticos, que alude a los balances y libros caja de las organizaciones políticas. Lo más a mano, entonces, serán las redes sociales, que sufrirán los desbordes proselitistas.
Bien, retomando, Manzur identificó a sus dos principales rivales por necesidades estratégicas, uno en el plano nacional -Macri-, jugando desde el espacio de Alternativa Federal, y al otro en el plano provincial -Alfaro-, instalándose como el jefe del PJ. Claro que eso de “elegir” al adversario, a veces, termina jugando en contra del provocador. Sólo baste mirar al kirchnerismo, que alimentó durante años a Macri y el líder del PRO lo terminó sacando del poder; o ahora al mismo macrismo jugando el riesgoso juego de polarizar con la ex jefa de Estado. No vaya a ser que Manzur, por caer en la tentación generalizada de imponer al rival de turno, termine creando un “monstruo” que se lo devore. Para su fortuna, por así decirlo, el gobernador cuenta con mayoría de ediles en el Concejo Deliberante -manzuristas y alperovichistas unidos circunstancialmente- para “complicar” al intendente y acotarlo al circuito capitalino.
Sin embargo, para la ciudad, el gobernador aún no tiene “su” candidato; y ya hay varios lanzados y otros esperando en la gatera en el justicialismo. Por el momento, el PJ ya definió que los postulantes a cargos electivos van a surgir de una interna cerrada, por lo que -si no hay dedo- se vislumbra un combate puertas adentro en el peronismo, algo que no sucede desde hace varios lustros. Cambiemos, en cambio, tiene al suyo instalado al frente de la gestión y “peleando” arriba, con Manzur. No es menor.
En el marco de su enfrentamiento con el Presidente -al que ataca todos los días por la gestión económica-, el mandatario tucumano junto con varios funcionarios del Gobierno festejaron una noticia que les llegó de la Corte Suprema de la Nación: la declaración de que es constitucional la ley de Lemas en Santa Cruz. ¿Por qué van a sonreír por una sentencia que favorece a los patagónicos Kirchner y por un sistema que hace tiempo dejó de existir en la Tucumán? Principalmente porque la Justicia determinó que cada provincia tiene autonomía para dictar su propia ley electoral, como por ejemplo el “acople” en Tucumán.
Precisamente, cada vez que Macri venía a la provincia le enrostraba a Manzur qué es eso del acople. Un fallo adverso de la Corte sobre el sistema electoral santacruceño podría haber alimentado medidas similares a nivel local -lo que no se descarta aún-; aunque esos temores fueron desestimados por aquella decisión. Para decir un poco más, la Corte, si bien consideró inconveniente la ley de Lemas, dijo que no chocaba con la Constitución nacional. Como se recordará, el Gobierno nacional había amenazado a la gestión de Alicia Kirchner con no remitirle ayuda financiera si no derogaba la normativa. Su pretensión y presión recibió un revés judicial.
En la provincia, para el peronismo, el acople es fundamental como sistema electoral, fundamentalmente porque es un partido con extensión territorial. El sistema de colectoras le permite al PJ contar con numerosas listas adherentes que, por lo tanto, le suman votos a la fórmula gubernamental. En ese sentido rechaza la pretensión del radicalismo, por ejemplo, de reducir a uno la cifra de acoples. Jamás aceptará una reglamentación que acote el esquema, porque le garantiza sufragios que se podrían considerar cautivos. A la oposición le va a costar superar ese mecanismo electoral, máxime cuando sus principales dirigentes hasta hoy, por lo menos, se muestran desunidos y dispersos. Sólo Alfaro asoma con fuerza, y peleándose con el “uno” del oficialismo.